el vino amargo está servido
y el dolor empuja hacia el suelo con correas invisibles.
Angustia la frialdad con que vivimos
y esa suprema maestría
de mirar hacia otro lado a conveniencia.
Duelen las almas malgastadas
por dioses miserables del légamo y del barro.
Cuesta pensar que todos somos seres con un mismo legado.
Acongoja saber,
que la vida, no es más que ese suspiro robado al prójimo
sin más trascendencia.
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